"Nada se puede si
previamente no se ha decidido definitivamente encarnarse en el pueblo, hacerse
una sola carne con él para que todo dolor y toda tristeza y angustia y toda
alegría del pueblo sea lo mismo que si fuese nuestra"
Los que no provienen del pueblo, no entenderán jamás su sufrimiento. Como se puede explicar lo que se siente trabajador al final del día, cuando la explotación se materializa en el cuerpo. Como se explica el tener hambre, el pasar frío, no tener alpargatas mientras los otros gastan en libros. Peor aun son, los que provenientes del ese pueblo lo traicionan, lo abandonan lo venden, lo usan como moneda de cambio. Peor que un oligarca es, un traidor a su clase.
VIVIR CON EL PUEBLO
Es lindo vivir con el pueblo. Sentirlo de cerca, sufrir con sus dolores
y gozar con la simple alegría de su corazón. Pero nada de todo eso se puede si
previamente no se ha decidido definitivamente encarnarse en el pueblo, hacerse
una sola carne con él para que todo dolor y toda tristeza y angustia y toda
alegría del pueblo sea lo mismo que si fuese nuestra. Eso es lo que yo hice, poco a poco en mi
vida. Por eso el pueblo me alegra y me
duele. Me alegra cuando lo veo feliz y cuando yo puedo añadir un poco de mi
vida a su felicidad. Me duele cuando
sufre. Cuando los hombres del pueblo o quienes tienen obligación de
servirlo en vez de buscar la felicidad del pueblo lo traicionan. También tengo
para ellos una palabra dura y amarga en este mensaje de mis verdades. Yo los he
visto marearse por las alturas.
Dirigentes obreros entregados a los amos de la oligarquía por una sonrisa, por
un banquete o por unas monedas. Los denuncio como traidores entre la inmensa
masa de trabajadores de mi pueblo y de todos los pueblos. Hay que cuidarse
de ellos: son los peores enemigos del pueblo porque han renegado de nuestra
raza. Sufrieron con nosotros pero se olvidaron de nuestro dolor para gozar la
vida sonriente que nosotros les dimos otorgándoles una jerarquía sindical. Conocieron
el mundo de la mentira, de la riqueza, de la vanidad y en vez de pelear ante
ellos por nosotros, por nuestra dura y amarga verdad, se entregaron. No
volverán jamás, pero si alguna vez volviesen habría que sellarles la frente con
el signo infamante de la traición.
Matias Zeolla
CONVERGENCIA
Nacional y Popular
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