"Raices de un Castanea sativa o Castaño. Árbol caducifolio de hasta 30 – 35 m de altura, corpulento, de tronco grueso que se ahueca de viejo."
A veces pienso que tengo que volver a ese apasionado estudio del Marqués de Rollebon, lleno de racionalidad y meticulosidad, ese pensamiento ordenado, que tranquiliza hasta a las más apasionadas fieras enjauladas. O, a veces creo también que tengo que dejar todo de una vez y entregarme, sin más, a escribir ese diario, manuscrito y fechado, como el que tenía Antoine Roquentin.Relatar lo que va sucediendo, perderme en algún devenir, místico y revelador, que me reclama profundamente y que promete una existencia al fin, humilde y pura.
Que tonto fui! Y yo, que quise entregarme a pensarlo, entregarme a la racionalidad. Yo solo quería poder comprenderlo todo... De que soberbia inútil pequé al creer que podía comprenderme solo por la Razón. Pero después fue que sentí, que me intuí, como empujado a estar ahí, a vivir... Solo el detenerse a pensarme hace que ya no este más donde me estaba pensando antes, no este mas ahí, sino en otro lugar siendo pensado.
Para Antoine Roquentin, el secreto de su diario está en lo que dice de lo que ha vivido. Es su vivencia que lo sorprende. Es su ser ahí lo que encuentra, o mejor dicho lo que lo encuentra como por sorpresa, mientras lee la tinta que va dejando la pluma bajo su mano.
Señores, basta ya de hipocresía: la racionalidad murió, la totalidad la arrasó, tu totalidad la arrasó... Fue en aquel jardín público la raíz del castaño desató el éxtasis. No hubo argumentos, no hubo pensamientos, ni palabras, solo hubo esencias, arrasó a todos, de una vez y para siempre, la más hermosa existencia.
"No puedo decir que me sienta aligerado ni contento; al contrario, eso me aplasta. Sólo que alcancé mi objetivo: sé lo que quería saber; he comprendido todo lo que me sucedió desde el mes de Enero. La Náusea no me ha abandonado y no creo que me abandone tan pronto; pero ya no la soporto, ya no es una enfermedad ni un acceso pasajero: soy yo.
Bueno, hace un rato estaba yo en el Jardín público. La raíz del castaño se hundía en la tierra, justo debajo de mi banco. Yo ya no recordaba que era una raíz. Las palabras se habían desvanecido, y con ellas la significación de las cosas, sus modos de empleo, las débiles marcas que los hombres han trazado en su superficie. Estaba sentado, un poco encorvado, baja la cabeza, solo frente a aquella masa negra y nudosa, enteramente bruta y que me daba miedo. Y entonces tuve esa iluminación. Me cortó el aliento. Jamás había presentido, antes de estos últimos días, lo que quería decir “existir”."
Ahora amor, que ya deje de intentar pensarlo, puedo decirlo y realmente comprenderlo: yo no necesité ni jardines, ni castaños, ni sus raíces, no necesite ni del éxtasis, ni de la nausea... Solo tu ojos y dos palabras, para darme cuenta que el posible entre todos los posibles era mejor, mucho mejor, que seguir mirando tus ojos mirando a los ojos de otro.
Interpretación libre de un Fragmento de La Nausea, Miercoles a las seis de la tarde. Jean Paul Sartre, 1938.
elultimodecimaldepi