lunes, 6 de septiembre de 2010

Subcomandante Insurgente




(...)
     Sentado fuera en un banco, la toalla secándose al sol, abro un libro que me acaban de enviar de Nueva York. Es una antología de las cartas y los comunicados escritos por el Subcomandante Marcos entre enero y junio del año pasado para el Ejército Zapatista de Liberación Nacionl (EZLN). La historia se ha contado muchas veces en todos los rincones del mundo.


Justo después de medianoche (como siempre, nos retrasamos, dice Marcos en una nota), justo después de medianoche del 1° de enero de 1994, un ejército de varios miles de indígenas, hombres y mujeres, se alzó en armas y tomo la ciudad de San Cristóbal, en Chiapas, la provincia más pobre de México, y obligaron al gobierno federal a reconocer sus demandas.



… hombres pobres como nosotros a los que se nos ha negado la preparación mas elemental para así poder utilizarnos como carne de cañón y saquear las riquezas de nuestra patria sin importarles que estemos muriendo de hambre y de enfermedades curables, sin importarles que no tengamos nada, absolutamente nada, ni un techo digno, ni tierra, ni trabajo, ni salud, ni alimentación, ni educación, sin tener derecho a elegir libre y democráticamente a nuestras autoridades, sin independencia de los extranjeros, sin paz ni justicia para nosotros y nuestros hijos. Pero nosotros HOY DECIMOS ¡BASTA!



Tras doce días de lucha –durante los cuales las fuerzas aéreas mexicanas bombardearon los pueblos que eran considerados prozapatistas- se acordó un difícil alto el fuego, que militarmente hablando se convirtió poco a poco, en un estancamiento. En un bando, el EZLN, obligado a retirarse a las montañas, pero con una parte considerable de la población campesina de su lado y con un apoyo cada vez mayor de la población civil de todo México; en el otro, el Ejército Federal, muy superior en número y en capacidad armamentística, y los ejércitos privados de los hacendados, decididos a destruir todo lo que representan los zapatistas, pero nerviosos y perplejos ante las montañas que protegen a los sublevados.

Desde esas montañas, en marzo, el Subcomandante escribe a un escolar que le ha enviado una foto de su perro:

… y entonces viene esa idea de escribirte para decirte algo que viene de eso de “profesionales de la violencia” que tanto nos han achacado. Y resulta que sí, que somos profesionales. Pero nuestra profesión es la esperanza… de nuestros despojos y rotos cuerpos habrá de levantarse un mundo nuevo. ¿Lo veremos? ¿Importa si lo veremos? Creo que no importa tanto como el saber a ciencia cierta que nacerá y que en el largo y doloroso parto de la historia algo y todo pusimos: vida, cuerpo y alma. Amor y dolor, que no solo riman, sino que se hermanan y juntos marchan.

(…)

Una lucha ideológica sin precedentes entre unos miles de hombres y mujeres sin rostro, pero verdaderos, escondidos en las montañas, y el orden mundial ¿Cómo es posible un duelo semejante, aunque “sólo fuera un momento”?

Cada vez son más quienes hoy en día se dan de cabeza con el hecho de que el futuro de nuestro planeta y lo que podrá ofrecer o negar a sus habitantes se decide en juntas directivas que controlan más dinero que todos los gobiernos del mundo, que nunca se presentan a elecciones y cuyo único criterio a la hora de tomar una decisión es si ésta aumenta o tiende a aumentar el beneficio.

Nadie, salvo los miembros de esas juntas y sus pupilos ideológicos, cree realmente, tras la evidencia de los últimos cinco años, en las promesas de la triunfante economía de libre mercado. En el fondo, la gente sabe, cuando se despierta a las cuatro de la mañana, que el sistema va a estallar por algún lado. Al amanecer, bajan obedientemente la cabeza una vez más e intentan no hundirse. Pero la duda esta empezando a brotar. Y a las cuatro de la madrugada el Subcomandante nos habla.

Me levanto del banco y avanzo por la calle a la sombra de los plátanos. No me cruzo con nadie. Empiezan a caer las primeras hojas. Al llegar a la esquina, entro en una pequeña tienda a comprar algo de comida. Un hombre un poco más joven que yo, con barba y pantalones cortos, balbucea algo al tendero, que es libanés. Entiendo que el tendero le ha dado una bolsa llena de plátanos porque están demasiado maduros para vender. Ahora el hombre esta contando lentamente la monedas que tiene que pagar por una lata. Una lata grande de comida para perros. Sus manos me dicen con toda certeza que vive en la calle. El Subcomandante explica porqué es adicto a las posdatas:

Resulta que uno siente que algo se queda entre los dedos, que algunas palabras andan todavía por ahí buscando acomodo entre frases, que uno no acaba de vaciar los bolsillos del alma, pero es inútil, no habrá posdata que abarque tantas pesadillas… y tantos sueños…


John Berger
 
 
Por Analía Godoy

3 comentarios:

  1. Tu lengua se sepulta poco a poco en internet
    tu corazón se agrieta, ya no tienes que creer
    el comandante marcos esta abriendo una ventana
    para mirar el cielo de los desesperados
    aquellos olvidados
    que nunca creen en nada, ni siquiera una mirada
    de amor.

    GARDELITOS, COMANDANTE MARCOS

    MUY BUENO, UN ABRAZO!

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  2. "... nuestra profesión es la esperanza… de nuestros despojos y rotos cuerpos habrá de levantarse un mundo nuevo. ¿Lo veremos? ¿Importa si lo veremos? Creo que no importa tanto como el saber a ciencia cierta que nacerá y que en el largo y doloroso parto de la historia algo y todo pusimos: vida, cuerpo y alma. Amor y dolor, que no solo riman, sino que se hermanan y juntos marchan..."

    Muy bueno Ana.
    Acabo de descubrir que como el Sub Comandante soy adicto a las posdatas, es como que te algo para decir, "...pero es inútil, no habrá posdata que abarque tantas pesadillas… y tantos sueños..."

    Genial.

    Un beso!!!


    Matias
    JUNTA PERMANENTE

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  3. ..."que uno no acaba de vaciar los bolsillos del alma, pero es inútil, no habrá posdata que abarque tantas pesadillas… y tantos sueños…"

    Excelente.... muy buen aporte

    un abrazo

    Vale Campolongo

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