lunes, 7 de febrero de 2011

Biolcándido o el optimismo pampeano

La ingenuidad con la que los dirigentes agropecuarios se entregan a la fábula de las bondades del libre mercado parece recordarnos la confianza de Cándido en que habitaba el mejor de los mundos posibles.





En 1759 Voltaire publicaba Cándido o el optimismo, un libro satírico que pretendía criticar las tesis de Gottfried Leibniz, que había afirmado que a pesar de las evidentes imperfecciones, éste era el mejor de los mundos posibles. En el libro, la figura de Leibniz es ocupada por el Doctor Pangloss, quien se la pasa repitiendo que todo lo que sucede, sucede para bien, dado que estamos en el mejor de los mundos posibles, y a su vez, es el tutor del protagonista y responsable de la ingenuidad con la que éste enfrenta el mundo. A lo largo de las páginas, sin embargo, Cándido tropieza una y otra vez con los acontecimientos más horribles y desdichados, con lo cual Voltaire busca demostrarnos con hechos que éste no puede ser de ninguna forma el mejor de los mundos.

Ahora bien, los amigos del barrio pueden desaparecer y la Ilustración y Voltaire pasar de moda, pero en las últimas semanas hemos visto florecer la candidez en nuestra pampa, como una virtud que todo dirigente agropecuario lleva en su interior. Así parecen demostrarlo las declaraciones con las cuales Biolcati, Llambías y las distintas Bolsas de Cereales fustigaron las medidas tomadas por el Ministerio de Agricultura que apuntaban a facilitar la compra de trigo por la industria molinera a través de AFA –Agricultores Federados Argentinos- una cooperativa que se ocupa de la comercialización del trigo de pequeños y medianos productores de la zona de Santa Fe. En efecto, se refirieron al peligro de “una mayor intervención de los mercados” que “atenta desembozadamente contra las más elementales normas del comercio” o señalaron que "Intervenir en los mercados de una manera tan nociva constituye una distorsión de la actividad de tal magnitud que contraviene los más elementales criterios de equidad y no discriminación en el mercado".

La ingenuidad con la cual los distintos dirigentes del campo abrazan la idea de que el mercado funcionando libremente procede a la mejor asignación de los recursos productivos y la mejor distribución posible de la riqueza en la sociedad a través de su “mano invisible” parece recordarnos la confianza de Cándido en las palabras de Pangloss. La tesis de la “mano invisible” de Adam Smith supone ciertas condiciones tales como la multiplicidad de compradores y vendedores, la libre competencia y la transparencia, pero estas condiciones no pueden existir en una economía que se caracteriza a nivel mundial y local por la concentración del capital en unas pocas grandes empresas multinacionales. Las cerealeras que dominan el mercado del trigo son el paradigma de esta concentración de capital: no solamente captan una gran parte del negocio de la exportación sino que se amplían hacia atrás o adelante para controlar otras actividades como la industria molinera o el acopio. En este sentido, resulta verdaderamente ilusorio que, como proponen los dirigentes rurales, la no intervención del estado favorezca a “todos” los productores, más bien parecería que la libre comercialización de granos es funcional a los intereses de las grandes cerealeras y los grandes productores a los que están asociadas.

Si por un lado la libre comercialización de granos favorece a los sectores más concentrados de la burguesía agraria, acentuando la concentración de capital y en consecuencia la distribución regresiva de la riqueza, la intervención del estado va en el sentido opuesto: el de defender a los pequeños y medianos productores y desplegar una política progresiva de distribución de la riqueza. Las experiencias históricas, como la del IAPI (si bien seguramente aterroricen a algunos) parecen demostrar que el control estatal de la comercialización de granos es un instrumento clave para una redistribución positiva de la riqueza social. La profundización de un modelo de crecimiento con amplia presencia del estado debería revertir el proceso de corrimiento del mismo de la economía y volver a construir los instrumentos para un crecimiento equilibrado y sobre todo, justo.

“Demostrado está, decía Pangloss, que no pueden ser las cosas de otro modo, porque habiéndose hecho todo con un fin, éste no puede menos que ser el mejor de los fines” Aunque los Cándidos pampeanos le crean ingenuamente a Pangloss, prefiero disentir: las cosas SÍ PUEDEN ser de otro modo.



Analía Godoy



4 comentarios:

  1. Si este es el mejor de los mundos posibles para que vamos a cambiarlo nooo!?!? ... es el mejor de los mundos posibles para ser un Biolcati bararoo...
    Yo diria mas que ser optimista o ignorar los problemas que si tiene este mundo, se hacen los boludos de una forma monumental.

    Pd. Como llegaste de Voltaire a Biolcati, pasando por el IAPI y la profudizacion del proyecto es algo que me encantaria conocer!!!

    Un beso grande!!!

    Matias

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  2. es genial. En su filosofia nuesto "amigo" feimann menciona el libro. Muy buen post ana, te felicito.

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  3. Esta bárbaro el artículo. Lástima que lo hace quedar tan mal a Leibniz que es un pensador de la hostia jajaja pero bueno, seguro no conocía a la cúpula de masónes agropecuarios.
    Facu

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  4. que sinifica la frase demostrado esta que no pueden ser las cosas de otro modo.

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